Por Luis Quesada Allué
reproducido de Revista Noticias
(4/6/2016)
Esto sucede a pesar de tener científicos
brillantes. Los índices muestran que ha habido retrocesos en el ranking de
naciones.
Desde hace mas de un siglo, numerosos
argentinos se han destacado en Ciencias y Humanidades, gracias a la excelente
formación en universidades públicas y al mantenimiento (a veces heroico) de
escuelas de pensamiento y técnicas. Son recurrentes las referencias a
científicos brillantes del pasado; como Bernardo Houssay, Luis F. Leloir, César
Milstein, Eduardo de Robertis, y muchos otros. Y hoy localmente contamos con
figuras que destacan entre lo mejor de la ciencia internacional, como Gabriel
Rabinovich, Andrea Gamarnick y muchos otros.
Sin embargo desde 1966, más allá de
instituciones, grupos e investigadores de indudable excelencia y a pesar de los
recientes incrementos en casi todos los parámetros inherentes al sistema
científico, el país no ha dejado de atrasarse con respecto a los demás. En
ninguna nación se duda ya sobre la necesidad de contar con un sistema
científico y tecnológico y una política de Estado acorde, para desarrollarse y
competir. Y sin embargó, los indicadores cuantitativos y cualitativos de Argentina
muestran un continuo retroceso en Ciencias y Tecnología (CyT). Contrastando con
la mayoría de los países comparables por población y/o desarrollo que se han
mantenido o subido en el ranking mundial de países.
Así, analizando los documentos generados
en todas las disciplinas, el banco de datos llamado SCOPUS muestra que, entre 2000
a 2014 la
Argentina descendió
de la posición 33
a la
41, mientras que Brasil subió de la 17
a la
13, México de la 28
a la
29, España se mantuvo en 10 y Portugal paso de la 37
a la
27. El retroceso global de la posición Argentina se debe al descenso en la
mayoría de las disciplinas. (Por ejemplo, los descensos entre 1996 y 2014
han sido: en Ingeniería 15 lugares: en Física mas Astronomía, 12, en Química
13, en Medicina 8 y en ciencias Económicas, 13).
¿Cuáles son las causas de la situación? Desde
1943, el marco político casi siempre fue, cuando menos, difícil para el
desarrollo científico, con los conocidos períodos nefastos para el sector,
incluyendo las universidades. Fueron excepción los enormes avances durante los
gobiernos de Frondizi, e Illia, contrastando con la devastadores
acontecimientos de 1943, 1966, octubre de 1974 y 1976. En lo presupuestario, se
puede advertir que el actual porcentaje del Producto Bruto Interno dedicado a
ciencia y tecnología es paupérrimo. En 2013 fue del 0,06 % habiendo crecido
solo 0,2% desde 1996, mientras que por ejemplo Brasil y España es de más del
1,2%.
Para no retroceder Argentina debería
alcanzar como mínimo ese nivel; sabiendo que, para desarrollarnos más, se
necesitaría alcanzar el 2%, que es lo destinado por muchos países avanzados.
Además se requiere con urgencia más
presupuesto para que los salarios y becas de investigadores y estudiantes de
doctorado sean dignos. El deterioro de los mismos desde 2011
ha tomado
conocimiento público cuando, antes del cambio de gobierno, prestigiosos
científicos (que antes no confrontaban) decidieron encabezar el reclamo
salarial, aboliendo así los miedos pre-existentes en el resto de la comunidad
científica.
El aumento de fondos también permitiría
diseñar políticas de Estado federales, en lo tocante a subsidios, áreas a
promover, equipamiento, edificios, etc.
En Argentina, las ciencias y tecnología
actuales se diseñaron y crecieron de abajo hacia arriba, por expansión de
núcleos pre-existentes. Estos impulsaron temas y proyectos, plantearon
necesidades y sugirieron estrategias obviamente ligadas a sus genuinos
intereses y áreas de conocimiento. Incluso, el Ministerio que jerarquizó a la
Ciencias y
a los científicos, no fue creado en base a estudios de base cero, que
contemplaran las necesidades de un país federal, competitivo con los demás,
sino por la compactación de dos entidades pre-existentes. Una, el Consejo
Nacional de CyT (CONICET) fue creada en 1957 sobre el modelo francés y otra, la
Agencia (ANPICyT),
iniciativa del gobierno menemista para ganar influencia en el sector, captando
préstamos de bancos internacionales y restando importancia al CONICET.
Hasta donde se conoce, por falta de
suficientes estudios ad hoc, nadie sabe con certeza si estos instrumentos
institucionales y administrativos son los mejores y/o más eficientes para
lograr que la
Argentina , con sus valiosos recursos
humanos y naturales y sus tradiciones, pueda estar en el futuro entre los 30
países más influyentes en ciencia, tecnología y humanidades.
Biólogo y Dr. en Química, Profesor UBA-Investigador
del IIBBA-CONICET /Fundación Leloir.
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