miércoles, 22 de junio de 2016

CONICET: Acerca de una política científica en Argentina

Tomado de Rebelión que ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
El 27 de mayo último, Nora Bär, la periodista que se ocupa de temas científicos en el diario La Nación escribía: «Las críticas de Paenza abrieron una polémica entre los investigadores. Algo cambió en la comunidad científica: nunca antes la discusión sobre la ciencia local estuvo tan en el candelero»…
Esto es cierto sólo parcialmente.
Porque algunos temas se abordaron directamente, otros de manera sesgada y algunos de los más importantes se omitieron.
Cabe citar entre dichos temas si la triplicación del número de investigadores durante el kirchnerismo se reflejó en un aumento proporcional de los trabajos científicos. Si todos los investigadores que vieron renovados sus contratos o becas cumplieron con el requisito de producir trabajos. Si hubo discriminación política o si se privilegiaron determinadas corrientes o enfoques en las distintas áreas de investigación en el otorgamiento de contratos o becas.
El Reglamento correspondiente del CONICET, actualizado el 8 de septiembre de 2014 (Resolución DW 3386) dice en su artículo 11:
Artículo 11: PRESENTACIÓN DE INFORMES.
Los becarios tienen la obligación de presentar los informes de los trabajos realizados y si corresponde, los comprobantes de su avance en el doctorado expedidos por la autoridad de la institución académica donde los realiza, acompañados por la evaluación efectuada por los directores.
El CONICET se reserva el derecho de solicitar informes suplementarios al becario y a los directores, cuando lo considere oportuno.
El informe será calificado como SATISFACTORIO o NO SATISFACTORIO según las normas de evaluación del CONICET.
Si los informes evaluados fueran calificados no satisfactorios, la Institución resolverá el cese de la beca de manera inmediata y automática.
Mientras no quede claro si estas disposiciones se respetaron en todos los casos, puede subsistir la sospecha de que en el CONICET, como en todo el resto de la administración pública, se practicó una política clientelista.
Y en el reciente debate se omitió lo más importante: cuáles fueron los beneficios económicos y financieros para el país y sobre todo si hubo una política global en torno a algunos proyectos con miras a un desarrollo nacional armónico y autónomo con parámetros sociales, ambientales, etcétera. Al parecer no, según se desprende de las declaraciones –que citamos más adelante- de Alejandro Ceccatto, el nuevo director del CONICET, en la última parte de su debate con Paenza.
Ceccatto, además de mostrar las falencias del CONICET, esbozó la necesidad de producir cambios importantes en su seno en materia institucional y de políticas. Dijo que el CONICET requiere transformaciones profundas, una «reingeniería institucional».
Esto lo confirmó Barañao, quien fue Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del anterior Gobierno y sigue siéndolo del actual, en una parte de sus declaraciones cuando el tema Paenza ocupaba lugares destacados en los medios de comunicación. Dijo Barañao:
"Son diferentes estilos de gestión. Se mantuvo todo el staff del ministerio, los que se fueron son los que por motivos ideológicos consideraron que no debían seguir".
"Ahora hay otra filosofía de trabajo. Yo mandaba un mail a la Presidenta con lo que necesitaba, cuáles eran las posibilidades, etcétera. Diez minutos más tarde sonaba el teléfono y me daba una respuesta. Ahora tenemos un esquema más cooperativo, tenemos gabinetes. El nuestro es un Ministerio de servicio".
Resulta grotesco que una señora que cree que la fórmula del agua es H dos CERO y que hablando del glifosato no sabe distinguir un herbicida de un fertilizante, haya dado directrices en materia de investigación científica.
Pero más grave aún es que esta señora, ocupando la Presidencia de la Nación y con un enorme poder de decisión, en un discurso se declaró orgullosa de la presencia de Monsanto en el país e hizo la apología de otros inversores –o supuestos inversores- transnacionales. Con lo cual demostró no saber nada sobre lo que conviene o no a Argentina para promover el desarrollo nacional.
Dijo también Barañao:
"Las nuevas generaciones tienen que encarar una educación distinta, más flexible, con más libertad para lo individual. La educación que tenemos fue pensada para formar empleados obedientes (nuestro el subrayado), hoy el cambio tiene que ser radical. No es fácil de modificar esa perspectiva".
(Diario La Nación, 24 de mayo de 2016)
Agregó Ceccatto en su conversación con Paenza que el CONICET es conocido por sus científicos brillantes pero mucho menos por lo que hace por la vida común de las gentes y que debería tener un plan estratégico y algunos proyectos insignia. Agregó que sobre casi 10.000 investigadores sólo 309 son tecnólogos a tiempo completo y el resto, el 97%, se dedican a ciencia básica. Aclaró que no ponía en cuestión la investigación en ciencia básica sino que consideraba que era necesartio restablecer cierto equilibrio entre ciencia básica y aplicada.
Estas consideraciones de Ceccato pueden oírse en https://www.youtube.com/watch?v=P88K5Wf8xpg a partir del minuto 14 del vídeo. En algunas redes se ha omitido esta segunda parte del video, a mi juicio la más importante.
La doctora Raquel Chan, directora del Conicet de Santa Fe, declaró que "es cierto que [con el anterior gobierno] no estaba todo resuelto y que una línea de subsidios estaba atrasada (nuestro el subrayado). Pero también que en los últimos tres años y medio en Rosario construimos cinco edificios. Fue un avance tan grande la creación del ministerio, agregar miles de metros cuadrados, que por ahí la gente no se quejaba del sueldo porque le daba vergüenza".
Aparte de que es curioso que una científica mida el desarrollo en el campo de la investigación por la cantidad de metros cuadrados de nuevos edificios, la doctora Chan y su equipo tienen le mérito de haber inventado –en colaboración con la empresa argentina Bioceres-, una semilla resistente a la sequía: el HB4.
Invento argentino que sin embargo durante el Gobierno de CFK se ha compartido, no sabemos por qué, con empresas norteamericanas: Arcadia Biosciences, basada en Davis, California y Dow AgroSciences, basada en Indianápolis, Indiana, ambas subsidiarias del gigante transnacional Dow Chemical.
No sabemos si antes los científicos no se quejaban por sus bajos sueldos porque les daba vergüenza, como dice la Dra Chan o porque tenían miedo que los echaran diciéndoles: "pícaro te voy a enseñar andar reclamando sueldos".
Ahora parece que los científicos perdieron la vergüenza, según la Dra. Chan o quizás el miedo.
"El 27 de abril, un grupo de diez investigadores le entregaron a Barañao un petitorio firmado por 3422 integrantes del sistema científico en el que detallaban una serie de puntos que estimaban 'preocupantes'." No conocemos el contenido del petitorio. Esperamos que no se refieran solamente a su condiciones salariales y de subsidios sino también a la necesidad de establecer una política científica en función del interés nacional.
Puede ser que, como escribió Nora Bär, «nunca antes la discusión sobre la ciencia local estuvo tan en el candelero», si se mide en términos de la repercusíón periodística que hubo en los grandes medios del desconocimiento puesto de manifiesto por Paenza en su debate con Ceccatto acerca del estado de la gestión del CONICET en los últimos años.
Pero no es así en cuanto a que antes no hubo tales debates en la comunidad científica.
Los hubo en los años 60-70 de manera intensa e interdisciplinaria en torno a la interrelación entre la ciencia básica y la aplicada y el papel de ambas en un proyecto de desarrollo nacional profundamente transformador y con hondo contenido social.
Es imprescindible recomenzar ese debate ahora, no solo en la comunidad científica sino en la sociedad en general.
Y también se debe debatir sobre temas más inmediatos y urgentes, como, por ejemplo, si se debe seguir permitiendo el uso del glifosato, prohibido en numerosos países y también sobre los posibles efectos negativos para la salud de la agricultura transgénica, en particular los productos destinados al consumo directo por seres humanos, como la papa transgénica, etc.
En otros terrenos cabe establecer la razonabilidad de algunos proyectos en curso y las prioridades.
Por ejemplo hace ya algunos años que se está trabajando en el proyecto de lanzador de satélites Tronador, que se está cumpliendo varias etapas experimentales, con cohetes de distintas envergaduras. Algunos lanzamientos tuvieron éxito, otros no, pero ninguno estaba programado para llegar, ni llegó, a la estratósfera. Al parecer, la altura máxima alcanzada hasta ahora ha sido de 20 kilómetros.
El próximo ensayo será con el VEX 5A. Aunque en su vuelo no saldrá de la atmósfera, por primera vez se probará un prototipo con dos etapas que se separarán al alcanzar la velocidad y condiciones indicadas. “Uno de los objetivos de estos ensayos es poder tener información que nos sirva para modificar los diseños siguientes. Este tipo de tecnologías no es algo que se pueda aprender en manuales”, afirmó un ingeniero que participa en el proyecto.
En el proyecto participan la CONAE y distintos organismos e instituciones nacionales, como la Universidad de Buenos Aires, de Córdoba, de La Plata, la del Sur y la de Mar del Plata, entre otras. Por su parte, la empresa VEN es la responsable de los sistemas del vehículo e INVAP está a cargo de la construcción de la base de lanzamiento definitiva en Puerto Belgrano.
El objetivo del Tronador II, que se estima estará listo en 2020, es poder lanzar satélites pequeños (de hasta 250 kilos) destinados a la observación de la Tierra, monitoreo de emergencias o de recursos naturales e investigación. En la actualidad, para enviar al espacio un satélite pequeño se debe aguardar el lanzamiento de un satélite mucho más grande que permita incorporarlo como carga secundaria. Al VEX 5A le seguirá VEX 5B, cuyo lanzamiento está programado para 2017, al que se le sumará el VEX 5C en 2019. 
En Julio de 1950 se lanzó el primer cohete desde Cabo Cañaveral, Florida: el Bumper 2. Fue un cohete de 2 compartimentos. La parte superior era capaz de alcanzar entonces una altitud de 400 kilómetros.
En 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik I y Sputnik II, los primeros satélites artificiales alrededor de la Tierra. En respuesta a esto, en 1958, los Estados Unidos crearon la NASA.
Es decir que la tecnología de cohetes para poner satélites en órbita se está desarrollando desde hace casi 80 años y en Argentina se trabaja –con un enorme gasto en recursos humanos y financieros– como si se estuviera en el comienzo de dicha tecnología.
Por otra parte, con una inversión en recursos humanos y materiales muchísimo menor, como resultado del trabajo de un pequeño grupo de particulares, desde hace pocos días dos nanosatélites se convirtieron en los primeros en su tipo hechos en Argentina que giran en órbita y son aptos para ofrecer servicios comerciales, específicamente para usos aplicados a la agricultura. "Fresco" y "Batata", los nombres de estos aparatos, pesan 35 kg cada uno y se desplazan uno detrás del otro a lo largo de una órbita polar: rodean la Tierra pasando por los polos, y lo hacen a 500 km de altura. Fueron lanzados desde China y completan una vuelta cada 93 minutos.
Al parecer, actualmente en el mundo solo la Unión Europea y nueve países cuentan con lanzadores de satélites: Estados Unidos, Rusia, Japón, Unión Europea, China, India, Israel, Irán, Corea del Norte y Corea del Sur.
Cabe preguntarse entonces: en primer lugar si tienen sentido las sucesivas costosas experiencias con el proyecto Tronador como si la tecnología para el lanzamiento de cohetes satelitales no estuviera ampliamente desarrollada; en segundo lugar si tener cohetes satelitales es una prioridad para la Argentina (los países europeos, disponiendo de muchos más medios que Argentina, sumó sin embargo sus recursos en la Agencia Espacial Europea para tener un lanzador) y, en tercer lugar, si no es mucho más económico fabricar satélites localmente para las necesidades del país y ponerlos en órbita con lanzadores de otros países, como se ha hecho con «Fresco y Batata» y antes con ARSAT.
Porque pensamos que Argentina tiene otras prioridades, sobre todo en materia de infraestructuras básicas.
Por ejemplo, la red ferroviaria que llegó a tener 47000 kilómetros ahora tiene 30000, buena parte de ella en condiciones deplorables, lo mismo que la red de carreteras que cuenta con sólo entre 1500 y 2000 kilómetros de autopistas, según las fuentes.
Faltan escuelas, hospitales y en materia energética es prácticamente inexistente el aprovechamiento de las energías eólica y solar, con un gigantesco potencial la primera en la Patagonia y la segunda en el Norte del país.
En un comentario de ENARSA se puede leer: «El recurso solar en el Noroeste de la Argentina es tan abundante que potencialmente podría abastecer a toda la demanda de energía eléctrica del país (excepto por el hecho de que la demanda se produce también durante la noche y el recurso solar está disponible obviamente de día, lo cual sugiere la prioridad de investigar sobre sistemas de almacenamiento de energía solar)».
En otros dominios hace falta también potenciar la investigación a fin de que las jóvenes generaciones aprendan a hacer una evaluación objetiva del estado de la economía y de la sociedad argentinas y de que conozcan que Argentina ha tenido durante toda su historia brillantes científicos, escritores, filósofos, sociólogos, psicólogos, etc. Temática esta última que ha sido deliberadamente descuidada, lo menos que puede decirse, por casi todos lo gobiernos civiles y militares de los últimos 70 años.

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