Tomado de Rebelión que ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
El 27 de mayo último, Nora Bär, la
periodista que se ocupa de temas científicos en el diario La Nación escribía:
«Las críticas de Paenza abrieron una polémica entre los investigadores. Algo
cambió en la comunidad científica: nunca antes la discusión sobre la ciencia
local estuvo tan en el candelero»…
Esto es cierto sólo parcialmente.
Porque algunos temas se abordaron
directamente, otros de manera sesgada y algunos de los más importantes se
omitieron.
Cabe citar entre dichos temas si la
triplicación del número de investigadores durante el kirchnerismo se reflejó en
un aumento proporcional de los trabajos científicos. Si todos los
investigadores que vieron renovados sus contratos o becas cumplieron con el
requisito de producir trabajos. Si hubo discriminación política o si se
privilegiaron determinadas corrientes o enfoques en las distintas áreas de
investigación en el otorgamiento de contratos o becas.
El Reglamento correspondiente del CONICET,
actualizado el 8 de septiembre de 2014 (Resolución DW 3386) dice en su artículo
11:
Artículo 11: PRESENTACIÓN DE INFORMES.
Los becarios tienen la obligación de
presentar los informes de los trabajos realizados y si corresponde, los
comprobantes de su avance en el doctorado expedidos por la autoridad de la
institución académica donde los realiza, acompañados por la evaluación
efectuada por los directores.
El CONICET se reserva el derecho de
solicitar informes suplementarios al becario y a los directores, cuando lo
considere oportuno.
El informe será calificado como
SATISFACTORIO o NO SATISFACTORIO según las normas de evaluación del CONICET.
Si los informes evaluados fueran
calificados no satisfactorios, la Institución resolverá el cese de la beca de
manera inmediata y automática.
Mientras no quede claro si estas
disposiciones se respetaron en todos los casos, puede subsistir la sospecha de
que en el CONICET, como en todo el resto de la administración pública, se
practicó una política clientelista.
Y en el reciente debate se omitió lo más
importante: cuáles fueron los beneficios económicos y financieros para el país
y sobre todo si hubo una política global en torno a algunos proyectos con miras
a un desarrollo nacional armónico y autónomo con parámetros sociales,
ambientales, etcétera. Al parecer no, según se desprende de las declaraciones
–que citamos más adelante- de Alejandro Ceccatto, el nuevo director del
CONICET, en la última parte de su debate con Paenza.
Ceccatto, además de mostrar las falencias
del CONICET, esbozó la necesidad de producir cambios importantes en su seno en
materia institucional y de políticas. Dijo que el CONICET requiere
transformaciones profundas, una «reingeniería institucional».
Esto lo confirmó Barañao, quien fue
Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del anterior Gobierno y
sigue siéndolo del actual, en una parte de sus declaraciones cuando el tema
Paenza ocupaba lugares destacados en los medios de comunicación. Dijo Barañao:
"Son diferentes estilos de gestión.
Se mantuvo todo el staff del ministerio, los que se fueron son los que por
motivos ideológicos consideraron que no debían seguir".
"Ahora hay otra filosofía de trabajo.
Yo mandaba un mail a la Presidenta con lo que necesitaba, cuáles eran las
posibilidades, etcétera. Diez minutos más tarde sonaba el teléfono y me daba
una respuesta. Ahora tenemos un esquema más cooperativo, tenemos gabinetes. El
nuestro es un Ministerio de servicio".
Resulta grotesco que una señora que cree
que la fórmula del agua es H dos CERO y que hablando del glifosato no sabe
distinguir un herbicida de un fertilizante, haya dado directrices en materia de
investigación científica.
Pero más grave aún es que esta señora,
ocupando la Presidencia de la Nación y con un enorme poder de decisión, en un
discurso se declaró orgullosa de la presencia de Monsanto en el país e hizo la
apología de otros inversores –o supuestos inversores- transnacionales. Con lo
cual demostró no saber nada sobre lo que conviene o no a Argentina para
promover el desarrollo nacional.
Dijo también Barañao:
"Las nuevas generaciones tienen que
encarar una educación distinta, más flexible, con más libertad para lo
individual. La educación que tenemos fue pensada para formar empleados
obedientes (nuestro el subrayado), hoy el cambio tiene que ser
radical. No es fácil de modificar esa perspectiva".
(Diario La Nación, 24 de mayo de 2016)
Agregó Ceccatto en su conversación con
Paenza que el CONICET es conocido por sus científicos brillantes pero mucho
menos por lo que hace por la vida común de las gentes y que debería tener un
plan estratégico y algunos proyectos insignia. Agregó que sobre casi 10.000
investigadores sólo 309 son tecnólogos a tiempo completo y el resto, el 97%, se
dedican a ciencia básica. Aclaró que no ponía en cuestión la investigación en
ciencia básica sino que consideraba que era necesartio restablecer cierto
equilibrio entre ciencia básica y aplicada.
Estas consideraciones de Ceccato pueden
oírse en https://www.youtube.com/watch?v=P88K5Wf8xpg a partir del
minuto 14 del vídeo. En algunas redes se ha omitido esta segunda parte del
video, a mi juicio la más importante.
La doctora Raquel Chan, directora del
Conicet de Santa Fe, declaró que "es cierto que [con el anterior gobierno]
no estaba todo resuelto y que una línea de subsidios estaba atrasada (nuestro
el subrayado). Pero también que en los últimos tres años y medio en Rosario
construimos cinco edificios. Fue un avance tan grande la creación del
ministerio, agregar miles de metros cuadrados, que por ahí la gente no se
quejaba del sueldo porque le daba vergüenza".
Aparte de que es curioso que una
científica mida el desarrollo en el campo de la investigación por la cantidad
de metros cuadrados de nuevos edificios, la doctora Chan y su equipo tienen le
mérito de haber inventado –en colaboración con la empresa argentina Bioceres-,
una semilla resistente a la sequía: el HB4.
Invento argentino que sin embargo durante
el Gobierno de CFK se ha compartido, no sabemos por qué, con empresas
norteamericanas: Arcadia Biosciences, basada en Davis, California y Dow
AgroSciences, basada en Indianápolis, Indiana, ambas subsidiarias del gigante
transnacional Dow Chemical.
No sabemos si antes los científicos no se
quejaban por sus bajos sueldos porque les daba vergüenza, como dice la Dra Chan
o porque tenían miedo que los echaran diciéndoles: "pícaro te voy a
enseñar andar reclamando sueldos".
Ahora parece que los científicos perdieron
la vergüenza, según la Dra. Chan o quizás el miedo.
"El 27 de abril, un grupo de diez
investigadores le entregaron a Barañao un petitorio firmado por 3422
integrantes del sistema científico en el que detallaban una serie de puntos que
estimaban 'preocupantes'." No conocemos el contenido del petitorio.
Esperamos que no se refieran solamente a su condiciones salariales y de
subsidios sino también a la necesidad de establecer una política científica en
función del interés nacional.
Puede ser que, como escribió Nora Bär,
«nunca antes la discusión sobre la ciencia local estuvo tan en el candelero»,
si se mide en términos de la repercusíón periodística que hubo en los grandes
medios del desconocimiento puesto de manifiesto por Paenza en su debate con
Ceccatto acerca del estado de la gestión del CONICET en los últimos años.
Pero no es así en cuanto a que antes no
hubo tales debates en la comunidad científica.
Los hubo en los años 60-70 de manera
intensa e interdisciplinaria en torno a la interrelación entre la ciencia
básica y la aplicada y el papel de ambas en un proyecto de desarrollo nacional
profundamente transformador y con hondo contenido social.
Es imprescindible recomenzar ese debate
ahora, no solo en la comunidad científica sino en la sociedad en general.
Y también se debe debatir sobre temas más
inmediatos y urgentes, como, por ejemplo, si se debe seguir permitiendo el uso
del glifosato, prohibido en numerosos países y también sobre los posibles
efectos negativos para la salud de la agricultura transgénica, en particular
los productos destinados al consumo directo por seres humanos, como la papa
transgénica, etc.
En otros terrenos cabe establecer la
razonabilidad de algunos proyectos en curso y las prioridades.
Por ejemplo hace ya algunos años que se
está trabajando en el proyecto de lanzador de satélites Tronador, que se está
cumpliendo varias etapas experimentales, con cohetes de distintas envergaduras.
Algunos lanzamientos tuvieron éxito, otros no, pero ninguno estaba programado
para llegar, ni llegó, a la estratósfera. Al parecer, la altura máxima
alcanzada hasta ahora ha sido de 20 kilómetros.
El próximo ensayo será con el VEX
5A. Aunque en su vuelo no saldrá de la atmósfera, por primera vez
se probará un prototipo con dos etapas que se separarán al alcanzar la
velocidad y condiciones indicadas. “Uno de los objetivos de estos ensayos es
poder tener información que nos sirva para modificar los diseños siguientes.
Este tipo de tecnologías no es algo que se pueda aprender en manuales”,
afirmó un ingeniero que participa en el proyecto.
En el proyecto participan la CONAE y
distintos organismos e instituciones nacionales, como la Universidad de Buenos
Aires, de Córdoba, de La Plata, la del Sur y la de Mar del Plata, entre otras.
Por su parte, la empresa VEN es la responsable de los sistemas del vehículo e
INVAP está a cargo de la construcción de la base de lanzamiento definitiva en
Puerto Belgrano.
El objetivo del Tronador II, que se estima
estará listo en 2020, es poder lanzar satélites pequeños (de hasta 250 kilos)
destinados a la observación de la Tierra, monitoreo de emergencias o de
recursos naturales e investigación. En la actualidad, para enviar al espacio un
satélite pequeño se debe aguardar el lanzamiento de un satélite mucho más
grande que permita incorporarlo como carga secundaria. Al VEX 5A le seguirá VEX
5B, cuyo lanzamiento está programado para 2017, al que se le sumará el VEX 5C
en 2019.
En Julio de 1950 se lanzó el primer cohete
desde Cabo Cañaveral, Florida: el Bumper 2. Fue un cohete de 2 compartimentos.
La parte superior era capaz de alcanzar entonces una altitud de 400 kilómetros.
En 1957, la Unión Soviética lanzó el
Sputnik I y Sputnik II, los primeros satélites artificiales alrededor de la
Tierra. En respuesta a esto, en 1958, los Estados Unidos crearon la NASA.
Es decir que la tecnología de cohetes para
poner satélites en órbita se está desarrollando desde hace casi 80 años y en
Argentina se trabaja –con un enorme gasto en recursos humanos y financieros–
como si se estuviera en el comienzo de dicha tecnología.
Por otra parte, con una inversión en
recursos humanos y materiales muchísimo menor, como resultado del trabajo de un
pequeño grupo de particulares, desde hace pocos días dos nanosatélites se
convirtieron en los primeros en su tipo hechos en Argentina que giran en órbita
y son aptos para ofrecer servicios comerciales, específicamente para usos
aplicados a la agricultura. "Fresco" y "Batata", los
nombres de estos aparatos, pesan 35 kg cada uno y se desplazan uno detrás del
otro a lo largo de una órbita polar: rodean la Tierra pasando por los polos, y
lo hacen a 500 km de altura. Fueron lanzados desde China y completan una vuelta
cada 93 minutos.
Al parecer, actualmente en el mundo solo
la Unión Europea y nueve países cuentan con lanzadores de satélites: Estados
Unidos, Rusia, Japón, Unión Europea, China, India, Israel, Irán, Corea del
Norte y Corea del Sur.
Cabe preguntarse entonces: en primer lugar
si tienen sentido las sucesivas costosas experiencias con el proyecto Tronador
como si la tecnología para el lanzamiento de cohetes satelitales no estuviera
ampliamente desarrollada; en segundo lugar si tener cohetes satelitales es una
prioridad para la Argentina (los países europeos, disponiendo de muchos más
medios que Argentina, sumó sin embargo sus recursos en la Agencia Espacial
Europea para tener un lanzador) y, en tercer lugar, si no es mucho más
económico fabricar satélites localmente para las necesidades del país y
ponerlos en órbita con lanzadores de otros países, como se ha hecho con «Fresco
y Batata» y antes con ARSAT.
Porque pensamos que Argentina tiene otras
prioridades, sobre todo en materia de infraestructuras básicas.
Por ejemplo, la red ferroviaria que llegó
a tener 47000 kilómetros ahora tiene 30000, buena parte de ella en condiciones
deplorables, lo mismo que la red de carreteras que cuenta con sólo entre 1500 y
2000 kilómetros de autopistas, según las fuentes.
Faltan escuelas, hospitales y en materia
energética es prácticamente inexistente el aprovechamiento de las energías
eólica y solar, con un gigantesco potencial la primera en la Patagonia y la
segunda en el Norte del país.
En un comentario de ENARSA se puede leer:
«El recurso solar en el Noroeste de la Argentina es tan abundante que
potencialmente podría abastecer a toda la demanda de energía eléctrica del país
(excepto por el hecho de que la demanda se produce también durante la noche y
el recurso solar está disponible obviamente de día, lo cual sugiere la
prioridad de investigar sobre sistemas de almacenamiento de energía solar)».
En otros dominios hace falta también
potenciar la investigación a fin de que las jóvenes generaciones aprendan a
hacer una evaluación objetiva del estado de la economía y de la sociedad
argentinas y de que conozcan que Argentina ha tenido durante toda su historia
brillantes científicos, escritores, filósofos, sociólogos, psicólogos, etc.
Temática esta última que ha sido deliberadamente descuidada, lo menos que puede
decirse, por casi todos lo gobiernos civiles y militares de los últimos 70
años.
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